El Síndrome postvacacional (también denominado
estrés o depresión postvacacional) no tiene un enunciado universal ni se conoce
la existencia real sobre el mismo, pero la definición que más se ajusta a este concepto
es: “proceso de estrés que tenemos
afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones
laborales (o escolares), al cambio de estilo de vida que supone, etc.”.
Varias fuentes informativas y medios de
comunicación online señalan que dicho fenómeno suele producirse a finales de agosto y/o
comienzos de septiembre y afecta por igual a los adultos y a los niños,
teniendo una prevalencia del 15% de la población adulta y entre un 5-8% de la
infantil.
Los síntomas físicos y psicológicos más comunes que
se manifiestan en ambas poblaciones son: apatía, tristeza, irritabilidad,
problemas de conducta, agresividad o ira, falta de concentración y atención, disminución
del rendimiento, alteraciones en el estado de ánimo (cambios de humor), sentimientos
de ansiedad y estrés, frecuentes dolores de cabeza y estómago, malestar,
sudores, temblores, aumentos de las frecuencias respiratorias y palpitaciones cardíacas,
problemas digestivos (mala digestión, diarreas y vómitos) y problemas a la hora
de conciliar el sueño (insomnio, pesadillas recurrentes y terrores nocturnos).
Por otro lado, también es posible que se
produzca aversión hacia el centro educativo, problemas en las relaciones
sociales con sus compañeros de clase y/o escuela o un descenso en su
rendimiento académico, presentando dificultades en asignaturas que nunca había
presentado problema.
En este proceso de adaptación, la colaboración
de los padres junto a los profesores es fundamental ya que entre todos desempeñarán
un papel muy importante ayudando a los pequeños de la casa a manejar el comienzo
de la nueva etapa escolar tras el período vacacional. Si esto funcionase
exitosamente, el niño se enfrentará y se adaptará con mayor rapidez y optimismo
en el ambiente escolar.
A continuación, voy a indicar una serie de pautas
para prevenir y reducir este síndrome, haciendo que esta etapa fluya de una forma
positiva tanto para el niño como a su familia:
· Anticipar
la vuelta a casa y programar el regreso a la escuela de una manera gradual,
relajada y positiva. Si es posible, regresar a casa una semana antes del
comienzo del curso escolar, con la finalidad de prepararse física y mentalmente
al retorno de la actividad cotidiana escolar.
· Los
niños pueden colaborar en la compra del material escolar (material fungible, mochila,
estuche, agenda, libros de texto), ropa y zapatillas de deporte/uniforme.
Asimismo pueden ayudar en otras tareas como por
ejemplo forrar libros de texto, poniendo
su nombre con una pegatina o en el mismo libro. Para evitar sentimientos de
ansiedad/estrés y preocupaciones, tanto vuestra como la del niño, sería
aconsejable no dejar estas compras para el último momento.
· Establecer
unos horarios regulares de levantarse-acostarse, comidas, tareas escolares y
aseo. Estaría muy bien prepararse la mochila la noche anterior junto a la ropa
que se va a poner al día siguiente. Estos horarios se irán modificando
gradualmente a medida que vaya avanzando la semana hasta llegar al horario de
la rutina escolar.
· Sería
recomendable dormir un mínimo de 8 horas. Esto hará que el niño se levante más
fresco y con ganas de afrontar con energía, optimismo y entusiasmo la jornada
del día. A su vez, ayudará a que no vaya cansado a la escuela (en especial el
primer día de clase) y evitará irritación o mal humor.
· Si no
han realizado tareas de repaso ese verano, es importante antes de comenzar el
curso, repasar algunas cosas que dieron el curso pasado. Por ejemplo: las tablas de
multiplicar, la conjugación de los
verbos, las partes del cuerpo humano…
· Empezar
las tareas escolares de forma gradual en intensidad y empezando con aquellas que
sean de mayor agrado y sencillas de realizar. Ayudarles siempre en las
asignaturas que presenten algún tipo de dificultad o les cueste un mayor
esfuerzo, así como a la hora de estudiar (esquemas, resúmenes, mapas
conceptuales, fichas, subrayado, preguntando la lección y repasando la que van
a dar al día siguiente…).
· En los
descansos entre los deberes/estudio o momentos de ocio, aprovechar para hacer
actividades en familia (juegos variados tanto de mesa como al aire libre),
visitar a la familia o quedar con unos amigos.
· Realizar
actividades relajantes: lectura, escritura, talleres, juegos de mesa, ver un
rato la televisión, manualidades…
· Ejercer,
mantener y plantear una actitud positiva, realista y proactiva mediante la
comunicación fluida y el diálogo en casa. Si se trata el tema colegio, buscar siempre
aspectos positivos del mismo. Sería un buen ejercicio que cada día el niño
cuente una anécdota positiva que le haya sucedido durante el día. También es importante
que los adultos y otros miembros de la familia lo hagan y eviten transmitir
aspectos negativos de su jornada delante del niño ya que son un reflejo de lo
que ven (aprendizaje observacional) y si éste percibe la situación con
normalidad y optimismo, es muy probable que actúe de ese mismo modo. Al igual
que una actitud positiva, también sería interesante reforzar los aspectos
positivos de volver al colegio: volver a
ver a sus compañeros, retomar sus
actividades deportivas y extraescolares…
· Practicar
ejercicio físico diariamente de forma moderada (mínimo media hora), así como
realizar alguna actividad deportiva junto a sus compañeros de clase/escuela y con
la familia otras tardes libres, aprovechando el mes de septiembre. En caso de
que no las tuviera, a la salida de la escuela por la tarde o los fines de
semana. También se le puede llevar a jugar al parque junto a otros amigos de
clase/colegio o con sus hermanos/primos.
· En caso
de que surgiera cualquier problema, mantener la calma, respirar hondo y buscar una
solución, sopesando todas las alternativas antes de tomar alguna. En caso de
que la alternativa no haya sido idónea, ayudarle a modificarla o cambiarla por
otra hasta encontrar la más óptima. Si se diera una crisis de ansiedad o
recurrentes síntomas de estrés, sería recomendable realizar una serie de
ejercicios de relajación que podría proporcionarle el psicólogo del área
clínica como el escolar. Además, enseñarle unas técnicas para reducir tanto los
pensamientos irracionales como los negativos que le generen estrés.
· Alabar
el trabajo bien realizado, motivándolo que con esfuerzo todo se puede lograr,
siguiendo su propio ritmo.
En caso de que no funcionasen estas pautas
preventivas y el síndrome postvacacional perpetúe en el tiempo (más de dos
semanas), sería recomendable que el niño recibiera un tratamiento específico por
parte de dos psicólogos/terapeutas: uno del área de clínica y otro del área
educativa. El primero le realizará una terapia continuada y le proporcionará una
serie de herramientas para mejorar su calidad de vida personal, familiar y
social. Por otro lado, el segundo le proporcionará unas directrices dentro del
área educativa. Este especialista puede ser el psicopedagogo del colegio o uno
externo en caso de que el centro escolar no disponga de uno. También sería
importante ponerse en contacto con sus profesores. Todos estos profesionales (psicólogos
y profesores) deberán trabajar conjuntamente y estar siempre de acuerdo en cuanto
a las medidas tomadas y su finalidad será ayudar al niño a superar
positivamente esta etapa. Durante el transcurso de esta terapia, es importante que
la familia y amigos del sujeto le proporcionen siempre apoyo, motivación y
comprensión constantes.