Varios estudios e investigaciones han demostrado que la obesidad infantil y juvenil es uno de
los problemas de salud (no de estética) más graves de este siglo y como gradualmente
afectará de forma progresiva en muchos países. Dentro de la Unión Europea,
España es uno de los países donde hay una mayor tasa de obesidad y sobrepeso
infantil, sumando un total de 13’9% en obesidad y 26’3% en sobrepeso. Durante
los últimos veinte años se ha observado como la prevalencia ha incrementado,
siendo la tendencia ligeramente mayor en los hombres (15’6%) que en las mujeres (12%),
y que 4 de cada 10 niños, adolescentes y jóvenes adultos españoles entre 2 y 24
años son los que presentan un peso superior al recomendable.
Según la OMS (Organización
Mundial de la Salud) define el término de obesidad como: “acumulación anormal o excesiva de grasa que puede
ser perjudicial para la salud”.
Otra definición para este concepto sería: “trastorno de
alimentación/alimentario que consiste en un exceso de grasa corporal que se ve
acompañada por un incremento de peso”. Básicamente, esto se produce cuando una
persona come más calorías que las que su cuerpo llega a quemar.
El Doctor Víctor Saavedra (presidente de la Sociedad Chilena
de Obesidad) manifiesta que cuando la cantidad de grasa en las mujeres supera
el 33% de su peso total, se trata de obesidad; si es mayor que el 25%, sería
sobrepeso. En los hombres si la cantidad de grasa corporal es superior al 25%
es obesidad; mientras que el 20% se trataría de sobrepeso.
I. Polanco (Profesora Titular de Pediatría en la Facultad de
Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid) en el año 2001 expone que la
prevención de la obesidad infantil y juvenil debería considerarse prioritaria y
que el mejor tratamiento para dicho problema de salud es hacer su prevención
desde la infancia. La prevención y la educación deberían trabajar conjuntamente
en los ámbitos escolar y familiar, enseñando a los niños/adolescentes y a sus familias
unos hábitos alimenticios adecuados y saludables, además de fomentar un aumento
de la actividad física. Algunas de estas estrategias
preventivas serían:
·
Elaborar programas de actividad física y de
prevención a la obesidad.
· Fomentar la actividad deportiva ya que reducirá
la pasividad o inactividad. El ejercicio físico ayudará a mantener el peso
ideal, pero también es importante buscar aquel que no interfiera en el
crecimiento del individuo. Por ejemplo:
natación. Para ello el centro escolar debería promocionar y ofertar
actividades extraescolares deportivas no competitivas y seguras.
· Mejorar la dieta aumentando el uso de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y pescados, disminuyendo el consumo de
grasas saturadas y azúcares refinados.
·
Las piezas de fruta del postre no deben ser
sustituidas por helados, yogures de sabores o zumos envasados.
·
No comer frecuentemente comida precocinada o
prefabricada.
· Controlar el tipo de comida y evitar
prohibiciones absolutas de algunos alimentos. Para ello sería interesante que
restringieran o eliminasen en los centros educativos las máquinas expendedoras
de alimentos y bebidas de baja calidad nutricional.
·
Promocionar el desayuno como una comida
principal con la familia ya que propiciará la comunicación, intercambio de
información y la relación entre los miembros.
·
Para la hora de los almuerzos y meriendas,
acostumbrarles a un bocadillo casero con pan de panadería o supermercado (no
bollería o pan de sándwich).
En mi opinión, el índice de obesidad infantil y juvenil de
la población española es cada vez mayor y va a ir acrecentando al paso de los
años. No obstante, si se dispone de unas pautas preventivas y un asesoramiento
psicológico y médico, es muy posible que este índice descienda poco a poco.
Desde mi punto de vista psicológico y psicopedagógico, aquí expongo mi
asesoramiento con las siguientes recomendaciones:
·
Para potenciar la actividad física y la práctica
de deportes:
o Prescindir
del ascensor y subir-bajar las escaleras salvo en momentos puntuales como por ejemplo
llevar bolsas pesadas de la compra.
o Aumentar
las actividades al aire libre en el campo o en el parque (bicicleta, andar, ciclismo, patinaje, volar una cometa,
jugar a la pelota, saltar a la comba/goma).
ANOTACIÓN: si los niños aún son
pequeños y no tienen actividades extraescolares deportivas, entrega de trabajos,
tareas escolares y exámenes pendientes para estudiar para el día siguiente,
sería recomendable llevarlo a jugar un rato al parque o a los columpios al
salir por la tarde del colegio (entre una hora- hora y media).
o Preferiblemente
no utilizar el coche o el transporte público para ir a la escuela/instituto e
ir andando o en bicicleta.
o Apuntarse
a un gimnasio, así como a actividades extraescolares que estimulen tanto su
actividad física como la cooperación. Si además es un deporte de equipo, sería doblemente
eficaz ya que le ayudará a fortalecer la cohesión intragrupal y a fomentar las
relaciones interpersonales con sus iguales.
o Presentar
alternativas al ordenador, televisión, IPAD/tablet, entre otras similares para evitar el sedentarismo.
o Programar
excursiones familiares para los fines de semana o próximas vacaciones escolares
(rutas para hacer senderismo, camping). En caso de que no sea posible y le guste el campo,
apuntarle a un grupo Scouts.
· Dar ejemplo desde el núcleo familiar para
propiciar una alimentación adecuada, educando unos hábitos alimentarios
saludables para todos e ir introduciendo estas modificaciones y cambios de
hábitos paulatinamente. Así pues, conviene tener una dieta equilibrada, variada
y no muy estricta (sin forzar al individuo). Para ello, habría que establecer
un programa alimentario que incluya todo tipo de alimentos, siguiendo siempre la
pirámide de alimentos:
o Verdura:
tomates, vegetales y ensaladas (al menos una diaria) y frutas (al menos 3
piezas diarias).
o Huevos,
carne y pescado (preferencia a este último y no abusar de las carnes rojas):
3-4 raciones/semana.
o Legumbres
(varias veces a la semana).
o Leche,
quesos y productos lácteos: 2-4 raciones/día.
o Preferencia
por el pan, arroz y pasta integrales y cereales con hierro y fibra (sensación
de saciedad e ir al baño con regularidad).
o Beber
mucha agua (cantidad diaria recomendable: 1’5L/ 6-8 vasos).
o Ocasionalmente permitir “caprichos”:
chucherías, frutos secos, pásteles y alimentos de bollería industrial a base
grasas e hidratos con azúcares, bebidas azucaradas (Coca-Cola, Fanta),
helados.
·
Para evitar picotear entre horas, establecer unos
horarios fijos y regulares de comidas. Sí ocurre en un momento puntual, comer una
pieza de fruta (manzana con piel) o
una verdura cruda (zanahoria).
También es recomendable beber mucha agua entre horas ya que así se tiene la
sensación de hinchazón y la saciedad disminuirá.
·
Conviene hacer las 5 comidas del día: desayuno (muy completo), almuerzo, comida,
merienda y cena. Dichas comidas tienen que ser 3 regulares y 2 ligeras.
MUY IMPORTANTE: ¡No saltarse
ninguna comida!
·
Utilizar productos lácteos desnatados (adolescentes)
o semidesnatados (a partir de los 5 años). Es recomendable no dar alimentos y
productos desnatados a los más pequeños ya que están en la etapa del
crecimiento y necesitan el calcio que contiene la leche para fortalecer sus
huesos para el día de mañana.
·
Cocinar a la plancha con un poco de aceite de
oliva los alimentos proteicos (huevos, carnes y pescados) y las verduras
preferiblemente hervidas al vapor.
·
No ir regularmente a restaurantes de comida
rápida (McDonald’s, Burger King, KFC, Telepizza),
como también reducir en casa este tipo de comida y los alimentos con abundante
aceite.
·
Fomentar la higiene bucodental (uso de flúor, cepillarse los
dientes tras cada comida, visitar
periódicamente cada X tiempo al dentista/odontólogo).
·
Hablar con el profesor tutor o los profesores
del niño/adolescente en caso de que haya bajado su rendimiento escolar, no
tenga motivación para el estudio o unas técnicas de estudio afianzadas. En caso
de que suceda alguna/s de las tres posibilidades, que uno de los progenitores
ayude al individuo con sus tareas escolares o bien buscar un profesor de repaso
o refuerzo educativo y en caso de que sea necesario, contar con la colaboración
de un profesional del campo de la psicología.
·
Si no le gusta comer, enseñarle a disfrutar de la comida. A veces la aversión puede ser debida a varias causas: aburrimiento
(juega con la comida), apatía (no le apetece comer porque no tiene hambre. No
forzarlo en esos casos) o porque teme a engordar sin estar obeso. En este
último caso puede ser por dos motivos: llamada de atención hacia sus
familiares/amistades o el inicio de una enfermedad grave (anorexia, bulimia,
vigorexia). Comprobar sí esta causa esconde alguna situación desencadenante: baja
autoestima, medios de comunicación/publicidad/famosos idolatrados o por
comentarios externos (compañeros o pareja afectiva) y si además, añade la
conducta de provocarse el vómito tras la comida de poca/normal cantidad (anorexia) o excesiva cantidad (bulimia. Íntimamente relacionada con los
niveles de ansiedad) o en vez de vomitarla, realiza inmediatamente después de
comer, ejercicio compulsivamente (vigorexia).
En estos casos, llevarlo/a urgentemente al psicólogo.
· Intervención, asesoramiento y terapia
psicológica tanto a nivel individual como familiar. El especialista le ayudará
a/en: incrementar su nivel de estudio y rendimiento escolar (técnicas de
estudio y motivación); aumentar su autoestima y autoconcepto; reducir y
eliminar la ansiedad. Cuando la ansiedad le genera un aumento de ingesta de bebidas
o alimentos, es recomendable también enseñarle unas técnicas de autocontrol; programas
de habilidades sociales e inteligencia emocional para mejorar sus relaciones
con sus iguales y a no depender tanto a nivel emocional (amistad o pareja
afectiva) como a nivel familiar (apego).
- Hacer un seguimiento y una
terapia de especialidad clínica en caso de que el sujeto tenga alguna de las
enfermedades graves citadas anteriormente. En caso de que se prolongue en el
tiempo, buscar ayuda de un psiquiatra y un centro de rehabilitación/hospital.
- Este especialista debe trabajar conjuntamente
con el nutricionista/médico de cabecera/pediatra, estando siempre de acuerdo con
los hábitos alimentarios marcados al individuo. Tanto estos expertos como el
adulto (progenitor, familiar o tutor) deben fijar los objetivos junto al niño;
establecer unos horarios regulares de comidas; realizar un seguimiento pautado,
regular y visual no muy complicado; comprobar que el sujeto no pase hambre y
pactar las modificaciones a considerar.