martes, 20 de diciembre de 2016

LA IMPORTANCIA QUE TIENE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL EN EL DESARROLLO DE LA INFANCIA


En nuestra vida diaria, la influencia de nuestras emociones tiene una gran importancia. A medida que vamos creciendo y evolucionando, nuestro entorno y nuestra personalidad también lo harán. Debemos aprender que las cosas cambian y que hemos de adaptarnos a esos cambios. Éstos pueden originar miedo y el miedo en la mayoría de los casos nos limita y bloquea por lo que hemos de saber controlarlo.
Por ello, es muy importante conocer las emociones que sentimos para poder identificarlas, tanto las nuestras como las de los demás, lo que nos facilitará desarrollar nuestra empatía.
Paul Ekman (1972) determinó las emociones primarias o básicas como innatas y universales, es decir, comunes entre las personas de todas las culturas. Estas serían: la alegría, la tristeza, el asco, el miedo, la ira y la sorpresa. Estudios posteriores a Ekman, en la década de los 90, añadieron a la lista de estas emociones las llamadas emociones secundarias. Éstas son aprendidas y derivadas de las primarias. Por ejemplo: orgullo, amor, envidia, celos, vergüenza, culpa.
Todas ellas son igual de importantes y necesarias para un desarrollo vital e integral óptimo en el individuo. El progreso de este desarrollo producirá un aumento en la inteligencia emocional, en el razonamiento reflexivo e incluso potenciará la capacidad de creatividad, así como la autoestima del sujeto.
Es importante determinar qué origina y desencadena una emoción en particular (estímulo externo por el ambiente o estímulo interno por el pensamiento) y detectar dónde se manifiesta en nuestro cuerpo, con la finalidad de reconocer los primeros síntomas de dicha emoción. Por ejemplo: dolor de cabeza ante una negación, dolor de estómago ante el miedo

Durante los primeros años de vida, los niños aprenden mediante la observación de su entorno (aprendizaje vicario) todas aquellas conductas por parte de sus padres y familiares, educadores y sus iguales (amigos, compañeros de clase), adquiriendo experiencias que fomentarán su desarrollo.
Asimismo, descubrirán emociones experimentándolas y expresando lo que sienten sin reprimirlas, tanto las emociones llamadas positivas como negativas que se manifiestan en función del bienestar o malestar que genera en nuestro organismo.
Señalar al respecto que en ocasiones una emoción calificada como “negativa”, como sería el caso del miedo, puede prevenirnos de un posible peligro y salvarnos la vida.
También es muy importante que aprendan a gestionar las emociones a edad temprana, de forma que éstas no controlen su vida como suele ocurrir en la edad adulta en la mayoría de los casos.
A lo largo de la infancia, se pueden adquirir estos conocimientos y descubrimientos a través de diferentes dinámicas o técnicas (individuales y grupales) y juegos variados, a partir de las experiencias experimentadas en la vida cotidiana del niño, así como propiciando situaciones que generen determinadas emociones.

Algunas pautas y recomendaciones tanto para los educadores como para los padres, con el fin de desarrollar la inteligencia y educación emocional de una manera efectiva:
· Ayudar al niño en el proceso de identificación de las emociones, explicándoles que no son buenas ni malas (sólo si se dieran en exceso) ya que todas son necesarias e importantes. Enseñarles a expresarlas y a  gestionarlas.
· Motivarle siempre para que aprenda a resolver sus problemas y brindándole la ayuda y el apoyo necesario.
· Reconocer, reforzar y valorar su esfuerzo por hacer bien las cosas, así como señalar cuando comete un error, explicándoselo. Hacerlo siempre desde el cariño y sin faltar el respeto ni como crítica ya que podría afectar su autoestima. Enseñarle que equivocarse forma parte del aprendizaje.
· Fortalecer y potenciar sus puntos fuertes así como mejorar los débiles.
· Es fundamental no etiquetar al niño ni compararle con otro.

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